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Se decía que Vang Gogh buscaba la felicidad comiendo pintura amarilla, que teñía de un color alegre las paredes internas de sus órganos. Yo la buscaba a ella poniendo larvas en mi lengua, pero me equivoqué de insecto y me salieron moscas. Pobre de mí que me encariñé de sus alas. Ella me encontró en los temblores y en los restos de saliva que le quedan, vaya mierda que no sea solo mi piel la que le quede entre las uñas ni mi sangre la que se haga un maratón por sus venas disfrutando de las vistas. Al menos me queda hemorragia. No voy a dejar de bombear. Qué suicidio tan bonito tienes. Despedidme, que he pisado su piedra y me he quedado sin talón. Primeros auxilios: Tiritas, alcohol y una noche soñando que ya no duerme con otra. Que me recuerde, nunca dejaremos de ser Grecia, pero vamos a renunciar a ella, ya no merece la pena.