Dos caras de una lombriz

Me hiciste callar como quien calma a un niño que se ha raspado los codos;
sin importancia.

Te vi marchar con miedo a tu regreso
y volviste con las manos llenas de tierra y cicatrices nuevas
jurando que para arreglar hay que volver a romper.

Sonrío con los dientes gastados de tanto golpe y te recuerdo con nostalgia
sin recelo.

Con la boca seca e insípida porque tú ya no
y yo tampoco.

Escuece.

A veces me sabe amargo amor.
-Sin coma.-

Estoy tan podrida
que sólo queda el fantasma de nuestro fracaso
preguntando mil veces por qué no
por qué no sí

Y si...

El último beso de buenas noches huele a descomposición.






Comentarios

Entradas populares de este blog

Autodiagnóstico

Tac, tac, tac

Distancia de seguridad