En cautividad

Tu musa te pide a gritos que vuelvas a sus brazos
Que ella va a cuidar bien de tus versos.

Deja de escribir en sangre y llorar tanta tinta,
que se pone celosa de que sea otra
y no su esencia
la que prevalezca en ti.

Apiádate de sus silencios,
que se arrodillan ante tu corazón,
que buscan hogar en tus ojos,
pero tienen miedo de bailar en tus pupilas,
vaya que puedan herirse ambas plantas de los pies.

Quieren ser por una vez valientes
y ponerse unas punteras blancas,
-porque no hay color más puro-
para pisar cada trozo
por si se quiere agrietar.

No ves esa paradoja donde tú estás hecha de cristal
y piensas que eres una chica frágil,
cuando es el más resistente material.

Sé que no te gustan los vendajes,
que prefieres lamerte con sal.
Preguntas en qué te has equivocado,
cariño mío,
tu risa le teme al aire,
haz que quiera volar.

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