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Kreft

Hoy, vuelvo a mirar hacia la puerta del bar y sé que no vas a entrar, que nunca lo hiciste ni podrás hacerlo. Ya sé que no recibirás ninguna de mis cartas, que no me llamarás y no podré llamarte, que no verás como me he hecho mayor ni yo conoceré a tus hijos. Hoy, la realidad desea cruzarme la cara con todas sus fuerzas para decirme que ya no estás -y otra vez te echo de menos.- Te echo tanto de menos como si alguna vez te hubiese mirado a los ojos y me hubieses dicho cuánto quieres a tu madre, o a tu mejor amiga, cuánto me quieres a mí, a tus chicas preferidas. Recuerdo por qué nunca pisaré León, ni me patearé Brasil buscando tu calle, esperando que me enseñes portugués. Hoy sé cuánto te quiero al ponerse el sol, al escuchar tu canción, al pisar charcos sin paraguas. -sigo buscando algo que me agujeree los huesos y me cale tanto como para parecerse a ti.- Por ti aprendí cómo valorar la vida, cuánto vale el amor, lo efímero que puede ser un momento y lo ...

Mi felpudo dice quédate

 Me he construido una casa frente a la costa con todo el miedo que me da perderte.  La he amueblado a base de te quieros a los pies de la cama, risas en el hueco de la bañera y lágrimas en el cenicero que debí poner en el balcón.  Quisiera tener jardín para poner columpios y que sean ellos los que tengan altibajos -no nosotros.-  También compré unas cortinas nuevas, llenas de estrellas fugaces, porque sé cuánto te brillan los ojos cuando las miras.  No tengo espejos en el baño ni en ninguna otra habitación -quiero ser la única que te diga lo guapo que estás cuando te levantas-  Tampoco he tejido mantas ni puse televisor, porque contigo tengo más que suficiente.  Dejaré la puerta abierta para que vengas a verla -y te quedes para siempre-, pero si vas a salir, cierra después con cuidado y no me digas hasta pronto, que ya nos veremos, porque vas a derrumbar mis cimientos y esta casa es lo único que tengo.

Qué sería de mí sin ti

Me gusta cómo te revuelcas en mi cerebro y acaricias mis ideas a sabiendas de que estarás en mis sueños. Me dejas embobada al desnudarte y ni siquiera te quitas la ropa. Tienes esa maldita costumbre de dejarme siempre con las ganas de tocarte. Dios, tú tienes la culpa de que las yemas de los dedos me ardan de esta manera. Es por eso que te escribo tanto, porque si quiero hablar de belleza, no se me ocurre mejor metáfora que tus labios cuando me llamas Pequeña, Bonita o Preciosa -Así en mayúscula porque a veces te creo-, ni mejor antítesis que tú y yo para hablar de libertad. Pongo la mano en el fuego si digo que renunciaría al amor por mí para que tengas el tuyo dos veces. Sabiendo que contigo no bastan dos corazones, ni dos almas al completo para sentirte como en estas líneas yo te siento.

En cautividad

Tu musa te pide a gritos que vuelvas a sus brazos Que ella va a cuidar bien de tus versos. Deja de escribir en sangre y llorar tanta tinta, que se pone celosa de que sea otra y no su esencia la que prevalezca en ti. Apiádate de sus silencios, que se arrodillan ante tu corazón, que buscan hogar en tus ojos, pero tienen miedo de bailar en tus pupilas, vaya que puedan herirse ambas plantas de los pies. Quieren ser por una vez valientes y ponerse unas punteras blancas, -porque no hay color más puro- para pisar cada trozo por si se quiere agrietar. No ves esa paradoja donde tú estás hecha de cristal y piensas que eres una chica frágil, cuando es el más resistente material. Sé que no te gustan los vendajes, que prefieres lamerte con sal. Preguntas en qué te has equivocado, cariño mío, tu risa le teme al aire, haz que quiera volar.

Quién.

Esa chica que busca vivir dejando huella, e intenta coser heridas abriéndose las suyas. Quien si llora no para hasta que se seca o lo versa siempre en tercera persona. Esa que sueña despierta que vuela y anda con los brazos abiertos. Da vueltas sobre sus talones llena de picaduras de insectos y no se rasca hasta que se marea. Busca una mano que la agarre cuando sube por los bordes queriendo desafiar a la altura. Sabe que no va a caerse, pero nadie esta dispuesto a agarrarla. -Sólo por si acaso- Ella es la que no sabe amar y da palos de ciego al cariño, por si éste se compadece y la puede enseñar a querer aunque le cueste perderse -más- a sí misma.

Día gris.

Hoy volví a recordarte. Lo que podríamos haber sido  tú y yo, si no fuéramos  tú y yo. Hace mucho que vacié mis poemas, tú tienes toda la culpa, no quiero recordar lo que me hacías sentir. Sé que te echo de menos. A ti, a mis versos, a moverme entre tus líneas. Me sentía en casa. Intenté ser yo la tuya, pero te gustaba el frío y yo sólo quería darte calor entre mis brazos. Fui siempre tan ingenua y egoísta, pero mi imaginación era brillante. -Cómo odiaba esa cualidad- Imaginé un futuro y te vi a ti miles de veces, Dime que alguna es real.

Soy lo que me dejaste

Eras tú esa melodía armonizante y el sonido del despertador un lunes. Eras mi religión ateísta, yo tu creyente sin dios mas allá que tus versos. Eras el sol acariciándome y la lluvia calándome los huesos. Eras brisa de invierno, brisa de verano y en cualquier estación que me invente si te cruzo. Eras noches limpias con días nublados. Una brújula marcando el sur. Un vals en zapatillas de correr. Eras arcoiris y escala de grises. Eras ojos verdes y mirada negra, labios rojos y sangre en la lengua. Eras tú. -Yo todavía lo soy.-

Trescientos sesenta y cinco.

Me demostrabas ser fría Como si fueses invierno Y tan distante como queda Diciembre de enero. Pocas veces ese hielo Lo convertías en el agua Que mojaba las calles Habitadas en tus ojos. Yo cogía mi paraguas Y caminaba a tu rostro, Tan espontánea aquella vez Te dejaste acariciar Como flores por el viento. Ingenuo de mí que no pensé Que esa calidez efímera Que me dejabas desmostrar Podía quemarme Hasta las entrañas. Me diste un año para conocerte Y yo sólo necesité pocos versos Para llegar a quererte.

Tú, Destino.

Empecé a creer en la suerte Y en las casualidades Cuando cada vez que te veía Llevabas mi camiseta puesta.

Desastres naturales.

Pedía que la describieran Pero encontró tantas respuestas Que ninguna le dolía lo suficiente Para decir que era cierta. Dijeron que ella era avalancha Fría como nieve Y capaz de destrozar el mundo Hallado bajo sus pies. Algunos que era a veces sequía Deshidratada por falta de lágrimas Que intentaban inundar sus ojos Cuando le demolían el corazón. Otros la comparaban con un terremoto Por las mañanas antes del café Y con una erupción volcánica Si no la dejas bebérselo. Y los que menos la conocían Se atrevían a confesar Que era como un huracán De emociones indescriptibles. Pero todos tenían en común Que aquella chica Era considerada catástrofe Para aquel que se acercase. Desastre.

Me encantaría.

Me encantaría convertirte en poema Y en  mil palabras bajo las sábanas. Que fueses de nuevo mi musa Y por mis rimas Me guiaras. Me encantaría ver anochecer desde tus ojos Porque el alba ya me sabe a poco Y las bestias no se dejan ver de día. Hacer equilibrismo por tus venas Y morderte el corazón Parando en los pulmones, Encharcándolos y ahogándote De mí. Me encantaría escribirte que nunca me faltes Y subirte en mis zapatos que ahora son De tacón alto Para que comprendas tú la angustia De no saber qué dedicarte Porque nada es suficientemente comparable A ti. -A nosotros- A lo que fuimos -Y seremos- -En mi- Siempre.